Sabías que los barcos son vehículos flotantes
Los barcos son vehículos flotantes destinados a transportar personas o mercancías.
La palabra buque designa a los barcos de grandes dimensiones.
El barco es un medio de transporte tan antiguo que los historiadores son incapaces de encontrar su origen exacto. Los hombres, según los materiales naturales de que disponían, construyeron barcos de muy diversos tipos. Allí donde la madera abundaba, los troncos de árbol fueron unidos (balsas) o ahuecados (piraguas); en donde no la había, se utilizaron pieles de animales tensadas sobre armazones de cañas (los kayaks de los esquimales) o bien cosidas para formar sacos de aire que servían de flotadores.
Galeones en el puerto de Lisboa (siglo XVI). Los portugueses y los españoles rivalizaron en audacia para conquistar nuevos mercados. Surcaron todos los mares del globo con cargamentos de oro, especias, seda o esclavos traídos de las colonias (India, América, África).
Remos y velas.
Los primeros barcos apenas tenían defensa contra los caprichos de las corrientes. Más tarde se encontró un medio de dirigir su marcha mediante ramas de árbol, que pronto se transformaron en pértigas, pagayas y remos. El mástil y la vela aparecieron hacia 4000 a. de J.C. Pero entonces sólo se sabían utilizar cuando el viento soplaba de popa: cuando no era así, unos remeros -casi siempre esclavos o forzados- hacían avanzar la embarcación; las galeras fueron impulsadas por presidiarios hasta principios del siglo XVIII.
Los griegos navegaban en trirremes de 48 remos. Cada remo era manejado por tres hombres. Los romanos tenían galeras; los chinos, juncos, y los escandinavos, drakkars. Algunos de estos barcos, como los trirremes romanos, tenían varias cubiertas y tres puentes de remeros que accionaban tres hileras de remos superpuestas.
Al fin de la Edad Media, el perfeccionamiento de la navegación, debido en gran parte al empleo del timón de codaste (inventado por los normandos en el siglo X), produjo la aparición de grandes barcos que sólo navegaban a vela y eran capaces de cubrir largas rutas. Por otra parte, la brújula hizo posible navegar lejos de las costas, lo que hasta entonces había sido un gran peligro. Los galeones españoles comenzaron entonces a surcar los mares, y las carabelas de Cristóbal Colón partieron hacia América.
Los bellos «clippers».
En el siglo XVIII, los veleros, cada vez más grandes y más rápidos, realizaban todo el tráfico de mercancías entre las naciones europeas y sus lejanas colonias. En su mayor parte eran «tres mástiles» de madera, clíperes y cap-horniers que podían tener 60 metros de eslora (longitud) y desplazar 5.000 toneladas. Los últimos barcos de esta clase se construyeron de hierro, hacia 1850, y con enormes dimensiones.
Pero estos espléndidos barcos exigían una tripulación numerosa para la maniobra de sus velas y dependían demasiado del capricho de los vientos. Pronto fueron sustituidos por los buques de vapor.
La victoria del motor.
Denis Papin, que había descubierto a finales del siglo XVII la máquina de vapor, intentó en 1707 aplicar su invento a la propulsión de un barco. Pero esta primera embarcación a vapor fue destruida por unos armadores de veleros que temieron la competencia de tal máquina. Un siglo más tarde renació la idea: Jouffroy d’Abbans remontó el Saona en 1783 y Fulton hizo una demostración en el Sena en 1803.
Los primeros vapores no tardaron en ganar alta mar. Pero todavía se ayudaban con velas. En 1838, el Sirius llegó a Nueva York, tras haber cruzado el Atlántico, y haber quemado en sus calderas el mobiliario del barco.
Hasta entonces, las máquinas accionaban unas gigantescas ruedas de palas que batían el agua a cada lado del casco. Hacia 1850 aparecieron los primeros buques de hélice. Entonces, los paquebotes, que atravesaban el Atlántico cargado de pasajeros, comenzaron a competir en velocidad para conquistar la famosa «cinta azul».
Su tamaño y su potencia aumentaron aún más cuando los motores Diesel y las turbinas alimentadas por fuel-oil sustituyeron a las antiguas calderas. Del Sirius (26 m de eslora) se llegó al paquebote France (315 m), que atraviesa el Atlántico en 5 días gracias a los 160.000 caballos de fuerza que le proporcionan sus turbinas.
Palacios flotantes.
Pero, para el transporte de pasajeros, el avión, menos caro y mucho más rápido, ha relevado al barco. Desde hace algunos años, los paquebotes se han convertido en lujosos palacios flotantes destinados a los cruceros de recreo. A falta de velocidad, ofrecen unas condiciones inigualables de descanso y comodidad.
Pesca de arrastre. Para las expediciones lejanas, a Terranova o a Groenlandia, los barcos van equipados con instalaciones frigoríficas ultramodernas.
La «Kon-Tiki».
La balsa Kon-Tiki, constituida por troncos de madera muy ligera unidos por cuerdas de cáñamo, según la vieja técnica de los incas, zarpó de las costas del Perú el 28 de abril de 1947. Empujada por los vientos alisios y por las corrientes, llegó a la Polinesia el 7 de agosto. Con esta agotadora travesía,
El etnólogo noruego Thor Heyerdhal y sus seis compañeros quisieron demostrar que algunos pueblos de los atolones de Oceanía podían ser originarios de América del Sur.
Los «pesos pesados».
Aunque los paquebotes sean los barcos más prestigiosos, nunca han representado más que una pequeña parte de las flotas que surcan los mares. No hay que olvidar a los barcos de pesca, a los navíos de guerra y, sobre todo, a los cargueros, barcos de comercio que realizan el tráfico de las mercancías. Entre ellos figuran los pequeños barcos de cabotaje, que navegan sin apartarse de las costas; los cargueros rápidos, de más de 10.000 toneladas, y, finalmente, los cargueros mixtos, que también transportan pasajeros.
Hay otros cargueros que se construyen especialmente para transportar un solo tipo de carga: plataneros, buques frigoríficos (cargados de carne congelada y de mercancías perecederas) y los metaneros, cuyas cisternas aislantes se llenan de gas licuado a muy baja temperatura.
Por otra parte, los petroleros o tankers, verdaderos depósitos flotantes, son actualmente los barcos más grandes que existen. Los japoneses, especializados en esta clase de construcción, botan petroleros de 500.000 toneladas. Estos gigantes del mar están repletos de aparatos electrónicos y de cámaras de televisión que aseguran una vigilancia y una conducción casi automáticas. Su tripulación sólo se compone de algunas decenas de hombres.
Pero, a pesar de sus perfeccionamientos, estos enormes buques son difíciles de maniobrar: necesitan varios kilómetros de distancia para detenerse en caso de urgencia y su carga de petróleo hace que sus naufragios sean muy peligrosos (contaminación del mar). Cuando el Torrey Canyon se hundió (1967), inundó con su «marea negra» las costas de Francia e Inglaterra y causó irremediables daños a la fauna marina, sobre todo a las aves del litoral.
Perspectivas actuales.
La propulsión atómica sólo ha sido aplicada hasta ahora a los barcos de guerra, a los submarinos» y a los rompehielos, pero ofrece nuevas posibilidades técnicas para los grandes buques.
La navegación fluvial con barcazas nunca ha sido tan floreciente como hoy, sobre todo en Europa, que está surcada por grandes ríos y por canales navegables. Permite el transporte de mercancías pesadas a un precio muy bajo.
Pero el barco es también, no conviene olvidarlo, un maravilloso medio de distracción. La navegación de recreo, que ha hecho renacer el uso de la vela, ha multiplicado en pocos años el número de pequeños barcos, gracias a los cuales redescubren los hombres el hondo placer de competir con la mar y con el viento.
Rompehielos.
El Báltico. Esta clase de barco sirve para ntener los puertos ‘ertos a la navegación rante los meses de invierno.
Regatas.
El rápido desarrollo del yachting ha dado lugar a la aparición de numerosos tipos de barcos de recreo y de competición, que son incesantemente mejorados: casco de plástico y velamen de nylon. Aquí vemos los bellos «spinnakers» de colores, que aumentan sensiblemente la velocidad.
Barcaza en París, bajo el puente de Grenelle.
Las barcazas, especialmente concebidas para la navegación fluvial, constituyen un medio de transporte muy económico para las mercancías pesadas e incómodas.
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Babor y estribor.
Tradicionalmente, los marinos hablan un lenguaje muy especial: para ellos no hay izquierda ni derecha, sino babor y estribor; no miden las distancias en kilómetros, sino en millas marinas, cada una de las cuales equivale a 1.852 metros; expresan la velocidad en nudos, es decir, en millas marinas por hora. Un ejemplo: el paquebote France -uno de los más rápidos en su categoría- navega a 31 nudos, o sea, 57,4 kilómetros por hora.