Cómo hacer un horno exterior para cerámicas.- Manualidades cerámica
El horno para para la cocción de cerámica pueden ser igualmente utilizadas las chimeneas al aire libre que hay en muchos jardines y asimismo las barbacoas.
Si se dispone de poco espacio al aire libre cabrá siempre la posibilidad de utilizar este horno improvisado con un cubo metálico. Su empleo será factible incluso en una terraza o azotea.
Muchos renuncian a realizar sus propias creaciones con arcilla, a pesar de sentir gran afición a la cerámica, por carecer de horno de cocción o no poder recurrir al de alguien que lo posea. Y modelar el barro sin cocerlo es prácticamente renunciar a la obra definitiva y sólo realizar ejercicios de plástica, pues con la cocción se logra cierta garantía de conservación de las piezas realizadas, ya que, de otro modo, se rompen y agrietan fácilmente. Para soslayar este inconveniente aportamos unas soluciones con las que, si bien no se obtiene un horno de verdad, se lograrán buenos resultados y con ello la satisfacción de dedicarse a la creación de pequeñas piezas.
Lo único que debe tenerse presente es que, al encender el fuego, se producen una serie de humos intensos que conviene se disipen rápidamente si hay en las cercanías algún vecino que pueda sentirse afectado. Una vez el horno ha prendido, son muy poco intensos los humos que se continúan produciendo, ya que la principal combustión es la del serrín o de la leña.
Horno exterior de serrín.
El horno de serrín no es ningún descubrimiento particular y antiguamente fue muy utilizado en pequeñas artesanías. Lo interesante es su redescubrimiento, que deseamos divulgar para los amantes de la cerámica. La ventaja del horno de serrín es que ofrece muy poco peligro para los niños, aunque enseñándoles a mantenerse a una distancia prudencial, pues las paredes exteriores de este horno se calientan muy poco y no se corre el riesgo de quemaduras graves.
A guisa de horno se puede utilizar gran variedad de recipientes metálicos: un cubo corriente al que se le añada una tapa, un cubo de cocina que habitualmente ya tiene tapadera y también un bidón de leche o de aceite servirán para el caso. Lo importante es que este recipiente, que contendrá el combustible, no sea demasiado pequeño para que quepa en él cantidad suficiente del mismo y, a ser posible, se acceda desde arriba al interior cómodamente para que pueda prepararse la hornada e introducir bien las piezas que se van a cocer.
Sin necesidad de hacer cálculos volumétricos, una manera muy cómoda consistirá en llenar de serrín otro cubo igual o de volumen muy aproximado. Con este mismo recipiente podremos ir a buscar el serrín a la carpintería más próxima o al proveedor habitual. No debe olvidarse que estos profesionales nos suministrarán gustosos el serrín, pues es fácil que les prestemos un servicio al llevarnos -aunque sea en poca cantidad- una materia inútil para ellos, y como tal, un estorbo. Convendría que el serrín que nos procuremos sea de madera maciza y preferentemente de pino, evitando en lo posible el serrín procedente de cortas tablero aglomerado.
Preparativos del horno.
El recipiente no se puede emplear tal cual es, pues hay que proveer del tiraje y renovación de aire indispensables para que se realice la combustión perfecta del serrín. Este tiraje se conseguirá practicando una serie de agujeros de 1 cm de diámetro, situados en una circunferencia a 12 cm del borde superior del cubo, y otra hilera de agujeros entre unos 3 y 8 cm más abajo de la primera. En el aro que suelen formar los agujeros en cada hilera, éstos guardarán una distancia aproximada de unos 4cm.
Mediante una galga que desde el borde mantenga la distancia se realiza un trazado de cada una de las circunferencias, guardando las distancias antes indicadas. A continuación y sobre las líneas trazadas se marcan los puntos en que se practicarán los agujeros. Se empieza por un punto (que muy bien pudiera ser la junta vertical de la plancha del cubo) y se van marcando todo el contorno. Poco antes de volver a encontrar el primer punto de marcaje se hará una repartición de los puntos que falte marcar, aunque no conserven exactamente la separación de 4 cm mencionada. Ya se tiene el «horno» a punto de ser cargado.
Carga del horno.
El serrín deberá alcanzar casi la línea de agujeros de la circunferencia inferior. Con ello ya se podrá calcular con bastante aproximación la cantidad de serrín a necesitar.
No es necesario que el serrín sea cribado y de partículas regulares. Mezclado con una pequeña parte de virutas pequeñas sirve igualmente para el caso. Aunque la calidad de la madera de la que procede el serrín tampoco es muy importante, es preferible el serrín de coníferas (pino, abeto, etc.) y el de árboles frondosos de madera clara (chopo, álamo, etc.). No tiene tampoco importancia que en el serrín haya restos de tablero aglomerado. En cierta manera, los residuos de cola de formol utilizados para consolidación de las partículas del aglomerado será un buen incentivo de la combustión. El único inconveniente es el olor que pueda producir.
Disponiendo ya del serrín se rellena el horno con una primera capa de 15 a20 cm. Sobre este estrato se depositarán las piezas que se quieran cocer, teniendo la precaución de colocarlos siempre boca abajo, rellenos de serrín. Si se quieren cocer dos capas de cacharros se colocan siempre los de más peso en este primer estrato.
Una vez colocados los objetos convenientemente distanciados entre sí, se evita que entren en contacto y se procede a recubrirlos con serrín, de manera que éste remonte unos 5 cm a la pieza más alta. Sobre esta segunda capa de serrín (que no hay que comprimir en ningún caso) pueden volverse a colocar otras piezas. Hay que tener presente que a su vez deberán quedar recubiertos y rebasados por otros 5 cm de serrín a partir del objeto más alto y que este nuevo nivel no puede superar la hilera de agujeros situada inferiormente. En caso de rebasarse dicha hilera habrá que renunciar a la segunda capa de cocción del horno.
En este boceto queda explicado cómo hay que realizar la carga del horno exterior, para el que se utiliza un recipiente provisto de tapadera o al que se le puede adaptar cualquier utensilio que haga sus veces, aunque no ajuste par completo.
Insistamos que el nivel superior del serrín debe quedar por debajo de la segunda 4cm hilera de agujeros de ventilación. Sobre este nivel superior del serrín se coloca una capa de trozos de papel de periódico empapados en petróleo.
Las hojas de papel deben quedar sueltas, pero que no lleguen a alcanzar el nivel de la primera línea de los agujeros de ventilación. Encima del papel se espolvorea serrín y se reparte uniformemente hasta formar un nuevo estrato que no alcance 0,5 cm y se deja que los agujeros queden libres.
Ya está el horno cargado y a punto de entrar en funciones. Se echa una cerilla encendida y, cuando el fuego ha prendido y empiezan a tostarse los papeles de periódico, se coloca la tapadera sin apretarla a fondo. Basta quedar depositada.
Cocción y deshornado.
Normalmente ya no tendrá que hacerse más que dejar que el combustible vaya consumiéndose poco a poco, de arriba abajo, cociendo a su vez la cerámica.
Este proceso de combustión se podrá detectar simplemente desde fuera atendiendo al crepitar de las ascuas. El serrín tardará en consumirse totalmente entre 12 Y 36 horas, según cual sea el volumen del horno e incluso de la dirección exterior del viento.
Es preferible una cocción lenta a una muy rápida, que podría originar roturas en la cerámica por estar sometida a un fuego demasiado activo. Por tanto, en caso de que sobrevenga un viento intenso no estará de más proteger el horno con un biombo o unas pantallas.
También puede influir mucho en el tiempo de cocción la mayor o menor finura del serrín: cuanto más fino sea, más lento será el proceso de combustión.
Al cabo de la combustión -que se notará por el enfriamiento total de las paredes del cubo- se podrá ya deshornar y descubrir los sorprendentes efectos que produce en la cerámica el contacto directo con el fuego.
Téngase presente que los aspectos finales de la cocción directa sobre el fuego pondrán más en evidencia la calidad del barro utilizado de las partículas de otros minerales que no sean los que integran fundamentalmente la arcilla, es decir, el sílice y la alúmina. Si existen partículas de óxidos darán lugar a muchas sorpresas inevitables en el color y la textura de la cerámica.
Estos botes han sido elaborados por modelado manual (sin utilizar torno de ceramista tal como se explica en uno de nuestros artículos (Cerámica, 1): a base de rollos de arcilla que se van superponiendo y luego se alisan interior y exteriormente con las manos húmedas. Con este sistema primario y un horno también primario como los descritos se pueden obtener piezas que satisfagan nuestro sentido creativo.
Otra forma de hacer un horno exterior.
Otro tipo de hornos exteriores para cocer cerámica pueden conseguirse mediante el aprovechamiento de chimeneas al aire libre o barbacoas de jardín, aunque igualmente se pueden improvisar hornos especiales para cocer la cerámica sin recurrir a estos aprovechamientos.
En estos hogares, el combustible es leña. Conviene que sea una leña capaz de proporcionar un fuego intenso, continuo y que pueda alimentarse sin perder su vigor, pues los cambios de temperatura importantes podrían ser perjudiciales para la cocción del barro. Lo ideal son tizones de madera de encina, roble, castaño, pino, etcétera, alternados con tacos más pequeños, Que vayan rellenando los huecos producidos en el hogar a medida que se consume la leña. Otro tipo de leña de mucha utilidad en ciertas regiones son los sarmientos de vid, resultado de la repoblación de antiguas cepas o de la poda anual. Con este tipo de leña, más fácil de repartir, es posible realizar una mejor combinación de las piezas de cerámica con el combustible actual.
La cerámica se coloca en el fondo del hogar e incluso sobre las ascuas de un primer fuego que sirve para calentar el horno y las piezas de cerámica, a fin de que no reciban de improviso la acción de un fuego vivo, tal como ocurriría si con el horno frío se colocasen las piezas y luego se encendiera.
Hay que tener presente que, en la cocción con esta clase de hornos de leña, el riesgo de que se rompan las piezas de cerámica es mucho mayor que en el realizado en un horno de serrín. En cambio, este sistema tiene la ventaja de que el proceso de cocción es mucho más rápido que en el otro. Con estos hornos de leña se puede estimar que la cocción perfecta puede durar una hora y media a dos horas, según el grosor de las piezas que se cueza.
Por tanto, la manera de proceder es la siguiente: se enciende un buen fuego en el hogar, de modo que todo el horno se caliente uniformemente y con la más alta temperatura posible. A continuación, sin dejar que el fuego se extinga, se reparten las ascuas y cenizas por toda la base del hogar y sobre esta capa ardiente se depositan las piezas que se van a cocer, vigilando que no se toquen entre sí y descansen siempre sobre un lecho de cenizas, sin tocar los ladrillos de la chimenea. Entre los cacharros no hay inconveniente en colocar pequeñas ramas que, al quemar, irán depositando sus restos.
La ilustración que acompaña este artículo relativo a un horno exterior, si bien puede ser reproducido como aquí, se trata en realidad del aprovechamiento de una barbacoa al aire libre a la que se ha incorporado la parte superior, que hace las funciones de campana y regula el tiraje de los tizones colocados en la parte delantera de la boca. Si en lugar de realizar una transformación definitiva de obra se quiere recuperar para otra ocasión la barbacoa tal como era en su origen, bastará realizar una campana metálica de quita y pon, la cual se puede recubrir exteriormente con algunos ladrillos refractarios sin estar unidos entre sí por argamasa, sino superponiéndolos simplemente.
La introducción de las piezas se realiza mediante unas pinzas o tenazas largas, protegidas en sus extremos con una envoltura de tela para evitar dañar las piezas y que tenga una mejor adherencia con la cerámica.
Es sumamente interesante que en el horno no se entre ninguna pieza no bien seca. Este trabajo de colocación debe hacerse con diligencia, pues no conviene que el horno pierda calor interno.
Se colocan inmediatamente tizones y leña en la parte delantera del horno, mezclados con ramiza para facilitar un pronto reavivado de las llamas. Hay que mantener el fuego vivo, alimentándolo continua y regularmente. Al colocar nuevos tizones se debe vigilar que no caigan hacia atrás y originen un estropicio en las piezas que se cuecen. En cambio, no hay peligro cuando estos leños, ya casi consumidos y en ascuas, resbalan hacia atrás, pues se desmenuzan y rellenan, al propio tiempo que calientan lo que se podría considerar como recámara, el lugar donde está colocada la cerámica.
Al cabo de dos horas de fuego continuo se deja apagar lentamente. En este momento, y si se quiere afinar el proceso, se colocará frente a la boca de la chimenea una pantalla (un trozo de plancha de hierro o, en su defecto, un tablero de madera), aunque no ajuste perfectamente. De esta manera se prolongará la cocción con una temperatura cada vez menos intensa, pero continuada, si bien se tardará más tiempo en poder deshornar.
Cuando el horno se haya enfriado por completo y no queden ni rescoldos -lo que se podrá comprobar hurgando en la ceniza- habrá llegado el momento de deshornar y recibir las sorpresas debidas a una cocción a fuego intenso y directo.
Pese a hallarse situadas en el fondo, las piezas habrán recibido las caricias de las llamas de manera más o menos regular y esta acción habrá producido tostaciones superficiales diferentes en unos y otros puntos.
Con este sistema de fuego abierto cabe todavía otro recurso, que puede proporcionar efectos muy particulares en la superficie de los objetos de cerámica: se trata de tirar un puñado (o puñados) de sal sobre las piezas que se están cociendo. La sal diseminada y caliente sobre la superficie de la cerámica proporciona un aspecto algo parecido al esmalte.
No se tenga mucha prisa en abrir el horno. Es preferible que se enfríe totalmente por sí solo, de modo que también las piezas que se han cocido se vayan enfriando paulatinamente.
Una apertura precipitada puede dar lugar a que se produzcan quemaduras y provocar un súbito enfriamiento de las piezas de cerámica, con lo que puede darse su posible resquebrajamiento.
Las mismas piezas después de ser cocidas en un horno al aire libre y con fuego directo. La alta temperatura que se consigue con estos hornos, el contacto con la ceniza o el lamido de las llamas en los hornos abiertos producen tonos y calidades superficiales que siempre causarán sorpresas al deshornar.
Otro consejo: no deshorne sus piezas directamente con la mano, sino valiéndose de unos guantes limpios de grasa. La ceniza que recubre los cacharros es muy ligera, pero con la transpiración de las manos podría humedecerse y quedar adherida a la pieza e incluso mancharla. Una vez sacada del horno una pieza, cepíllela o, mejor aún, Iímpiela con un aspirador potente. Tampoco conviene colocar las piezas deshornadas en un lugar en que existen o se producen corrientes de aire, ya que esto puede provocar un enfriamiento demasiado rápido.