Sabías que la cerilla fue inventada en 1809
La cerilla. Brizna de madera, de cartón o de cera, una de cuyas extremidades se inflama por frotamiento.
Si uno de nuestros antepasados prehistóricos resucitara hoy, es probable que quedara más maravillado al ver una cerilla que ante muchas otras realizaciones modernas. Este bastoncito capaz de crear fuego es realmente una invención ingeniosa, tanto por su simplicidad como por su eficacia.
El pequeño palito de madera, o de papel impregnado en parafina, está provisto en su punta de una mezcla (clorato de potasio, bióxido de manganeso, bicromato potásico, sulfuro de antimonio, polvo de vidrio) que, por fricción sobre una superficie fosforada (el raspador), produce una reacción química cuyo resultado es una combustión viva: una llama.
Un invento del siglo XIX.
La cerilla fue inventada en 1809. Estaba constituida por un palito de madera azufrado, una de cuyas puntas estaba impregnada con una mezcla que contenía clorato de potasio. Para inflamarla era necesario sumergirla en ácido sulfúrico concentrado; pero esto era peligroso y poco práctico.
La primera cerilla de utilización simple fue ideada en 1831 por un joven estudiante francés de diecinueve años, Charles Sauria, al cual se le ocurrió incorporar a la pasta fósforo blanco, que se inflamaba por simple fricción. Más tarde, en Suecia, se incorporó fósforo rojo (que, al contrario que el fósforo blanco, no es tóxico) a otra pasta depositada en el raspador; la cabeza de la cerilla sólo contenía clorato potásico. Así nació la cerilla «sueca» o «de seguridad», que, con algunas modificaciones de detalle, sigue utilizándose hoy.
La intoxicación causada por las cerillas fue muy frecuente durante años, sobre todo a finales del pasado siglo. Actualmente ha desaparecido, porque las cerillas se elaboran sin que en su cabeza exista peligro: no tienen más que un oxidante enérgico.